La clave para gestionar de forma eficaz los enfados de tu hijo es hacer una buena prevención para que el enfado no se desborde.
En este post voy a centrarme en la prevención como herramienta para gestionar los enfados de tu hijo, aunque más adelante escribiré otro post en el que hablaré de cómo gestionar los enfados cuando ya se han desbordado.
¿A qué me refiero cuando hablo de la prevención del enfado? A atender las primeras señales que nos indican que el enfado está apareciendo para poder evitar que se desborde. Actuar cuando el enfado aún no es tan intenso va a ser mucho más fácil que hacerlo cuando está desbordado.
Las señales del enfado son únicas en cada niño/adolescente, por lo que será muy importante que te tomes un tiempo para observar los enfados de tu hijo, ya que de este modo podrás identificar sus propias señales de enfado.
Por aquí te dejo algún ejemplo de señales de enfado:
- Pone cara de enfurruñado.
- Deja de tener contacto visual contigo y mira hacia el suelo o hacia otro lado.
- Empieza a subir el tono de voz.
- Aprieta los puños.
- Resopla.
- Utiliza palabras malsonantes.
Una vez que hayas identificado las señales de enfado de tu hijo, estás preparado/a para dar el siguiente paso: es necesario que tú hagas tu propio trabajo personal para poder enfrentarte a la complicada labor de gestionar el enfado de tu hijo.
La realidad es que gestionar los enfados de tus hijos va a ser una tarea complicada que implicará mucha paciencia, práctica y una buena tolerancia a la frustración.
Como parte de este trabajo personal, es importante que tengas en cuenta que el enfado es natural y saludable y, por lo tanto, no hay que rechazarlo, reprimirlo ni castigarlo. Esto es algo que nos cuenta comprender y tendemos a demonizar los enfados por el hecho de que pueden resultarnos incómodos.
También nos cuesta comprender que no podemos hacer nuestros los enfados de los demás, incluso cuando se trata de los enfados de nuestros hijos. Esto quiere decir que no debemos asumir que es nuestra labor acabar con ese enfado cuanto antes y tampoco tomárnoslo como un ataque personal. Nuestra labor va a consistir en acompañar, contener ese enfado para que no se desborde y ayudar al niño/adolescente a que se calme.
Así pues, para hacer este trabajo personal del que te hablo, te recomiendo que te tomes un ratito para reflexionar sobre los siguientes puntos:
- ¿Soy capaz de mantener la calma ante los enfados de mi hijo? Aunque te parezca un tópico, resulta fundamental mantener la calma para poder gestionar sus enfados. Si tú no eres capaz de mantener la calma, no va a ser posible que logres gestionar el enfado de tu hijo, ya que tú eres su figura de referencia y quien le va a aportar esa calma que necesita. Si tienes dificultad para mantener la calma, va a ser importante que puedas trabajar en ello.
- ¿Cómo respondo ante los enfados de mi hijo? Es muy habitual cometer errores como tratar de razonar, intentar darle otro punto de vista o restar importancia a su enfado, entre otros. Una buena respuesta ante el enfado de los niños y adolescentes es permitirle expresar su enfado sin juzgarlo, independientemente de que entendamos más o menos los motivos por los cuales se siente así. Recuerda que en este post nos estamos centrado en enfados controlados en los que no hay un nivel alto de agresividad, en cuyo caso la intervención tiene sus peculiaridades.
- ¿Tiendo a personalizar sus enfados? Es importante que comprendan que su enfado no habla mal de ti, tampoco dice que hagas mal tu labor como madre o padre. El enfado solo habla de cómo se siente el niño o adolescente por una vivencia que es suya.
- ¿Estoy contribuyendo inconscientemente a alimentar su enfado? A veces, en el intento por tratar de ayudarles podemos contribuir a que su enfado se incremente. Esto ocurre cuando su enfado resulta frustrante o cuando ha surgido una discusión que involucra a ambos. Los adultos tenemos mayor capacidad de autocontrol, por lo que es fundamental que seamos nosotros los que dejemos de alimentar sus enfados. A veces, esperamos que sea el niño o el adolescente el que sea capaz de salirse de su enfado. Sin embargo, esto no resulta realista. Los niños y adolescentes necesitan tiempo de maduración y educación para lograr gestionar sus enfados y durante ese tiempo, tú como adulto tendrás que acompañarle en la gestión de sus enfados. Esta tarea puede resultar muy complicada, ya que requiere hacer un trabajo personal para mejorar la capacidad de gestión de tu propia frustración.
Después de realizar este trabajo personal, es el momento de pasar a la acción. Aquí te dejo los pasos clave para prevenir que los enfados se descontrolen:
- Refleja la emoción de tu hijo. Esto significa que vas a actuar como un espejo para que tu hijo pueda ser consciente de cómo se está sintiendo. Y la forma en que lo puedes hacer es diciéndole con palabras como se siente. Por ejemplo, puedes utilizar estas frases: «veo que estás enfadado» o «me da la sensación de que te sientes molesto».
- Ayúdale a dejar de hacer aquello que le esté enfadando: el tema de conversación, la actividad que está haciendo… Si el motivo del enfado eres tú, deja el tema de conversación, alejaros un rato, ya retomareis la conversación cuando ambos estéis más calmados.
- Pregúntale si quiere hablar sobre ello o si prefiere tomarse un tiempo. Cualquiera de las opciones es adecuada y es importante respetarla, ya que cada niño/adolescente preferirá una u otra. Si prefiere hablar sobre ello, es muy importante que no se sienta juzgado. Para ello, trata de no interrumpirle y no pretendas hacerle entender que su punto de vista es incorrecto. Primero, detente a escucharle. Más tarde, cuando el enfado se haya calmado, le podrás dar tu punto de vista, con tacto y siempre mostrándole comprensión y respeto por su propia perspectiva.
- Acompáñale en la expresión de ese enfado. Deja que te hable de su enfado sin juzgar lo que dice. El enfado necesita ser expresado. Recuerda que los niños (y algunos adolescentes) no tienen desarrollado el lenguaje como los adultos, por lo que necesitan recurrir a otras formas de expresión como, por ejemplo, a través de su cuerpo. Necesitan liberar esa energía y a veces hay que recurrir a herramientas como apretar un cojín o la respiración para que puedan liberar ese enfado. Ojo, recuerda que algunos niños o adolescentes pueden preferir estar un ratito a solas con su enfado. Respétalo y acércate de vez en cuando a ver cómo se encuentra hasta que veas que está más calmado.
- Cuando el enfado se haya calmado, intenta hablar de ello con él/ella. Esto solo va a ser posible si hay un vínculo de seguridad entre vosotros, por lo que es fundamental trabajar la confianza que tenéis el uno en el otro.
Hasta aquí este post, ¡espero que te sirva de ayuda!