La adultez es una etapa en la que nos vemos sorprendidos por multitud de desafíos vitales.
Nos enfrentamos a situaciones difíciles, cambios vitales, imprevistos para los que nadie nos preparó, pérdidas de seres queridos, expectativas frustradas, desamores, accidentes, enfermedades, convivencias complicadas, conflictos con otras personas, toma de decisiones, trabajos en los que no nos sentimos valorados, humillaciones y críticas que merman nuestra autoestima, etc.
Es normal que no estemos preparados para todo. Por eso, pueden surgir dificultades que nos causen un gran malestar.
La adolescencia es una etapa de cambio: dejamos de ser niños para convertirnos en adultos.
Nuestro cuerpo empieza a cambiar, se nos exige mayor responsabilidad, aparecen personas nuevas en nuestras vidas, surgen conflictos, empezamos a experimentar emociones desconocidas que se nos hace difícil gestionar, nos encontramos confusos, ansiamos libertad, pero al mismo tiempo debemos cumplir las normas de los adultos, nos sentimos incomprendidos y nos rebelamos contra lo que no nos gusta…
Durante esta etapa estamos intentando encontrar nuestro lugar y empezamos a construir nuestra identidad.
La infancia es una etapa de crecimiento y aprendizaje continuo en la que necesitamos de un adulto que nos cuide, nos guíe y nos proteja.
Tenemos que aprender muchas cosas, pasamos mucho tiempo en el cole, tenemos muchos deberes, nos enfrentamos a exámenes, pasan cosas a nuestro alrededor que nos generan malestar (conflictos con otros niños, divorcios, enfermedades, mudanzas, cambio de cole, nacimiento de hermanos…), estamos menos tiempo del que nos gustaría con papá y mamá, tenemos miedos, los adultos nos ponen normas que no nos gusta cumplir y nos cuesta mucho reprimir nuestros impulsos…